Francisco Cadau recibió el mayor premio en la reciente Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires 2022. Un reconocimiento a su trayectoria genuina que desde la técnica y la materialidad logra consecuentemente posicionar a su localidad predilecta en el mapa: La ciudad de Campana al borde del Río Paraná en Argentina. Sus obras en este lugar como Casa de los Tamices o Edificio Damero, son referentes a la hora de pensar en modelos proyectuales donde "la construcción y la tecnología constituyen las propias ideas".
Fabian Dejtiar (FD): ¿Cuál es la inspiración detrás de tu arquitectura?
Francisco Cadau (FC): Soy arquitecto por la Universidad de Buenos Aires. En la etapa final de mi carrera desarrollé una serie de concursos nacionales con compañeros y colegas que tuvimos la suerte de que ganaran varios primeros premios: El parque de recuperación urbano ambiental de toda la Costanera de Vicente López -un proyecto que involucraba cinco kilómetros de costa desde Capital Federal hasta San Isidro- y el edificio para la ciudad judicial de la provincia de Salta -en ese momento el proyecto más grande de Latinoamérica con 30.000 metros cuadrados que concentraban todos los juzgados y reparticiones de la provincia. Esto nos permitió muy tempranamente entrar en contacto con obras de gran escala y desarrollar proyectos de mediana y alta complejidad, pero por las distintas vicisitudes que a veces tienen los concursos y las realidades, sobre todo de las administraciones públicas, no nos permitió que esto sea nuestro medio de vida.
El proyecto de establecer mi propia oficina en la ciudad de Campana, el lugar donde nací, fue pensando con la idea de dejar una marca en ese territorio a través de un recorrido y un trabajo extendido en el tiempo. Una posición un tanto aislada por un lado, que me permitiera trabajar e investigar sobre los temas que me interesaban, y al mismo tiempo conservando un vínculo con la ciudad de Buenos Aires, sobre todo a través de mi rol más académico. Si bien en ese momento era una idea y un proyecto, verifico bastante ese planteamiento de estar afuera y adentro al mismo tiempo, o afuera y conectado. Esa condición de aislamiento me permitió de alguna forma afirmar cierto rasgo personal del trabajo y desarrollarlo. Creo que ahí estuvo una de las claves de cómo forjé mi propia forma de trabajar. Pensar desde ahí, te permite pensar universalmente, pero desde condiciones muy particulares. Es una doble condición de estar afuera, pero a la vez pensando en problemas globales.
A principios del 2000, instalé mi propia oficina y empecé a desarrollar trabajos, sobre todo de vivienda de pequeña y mediana escala. También seguí selectivamente haciendo algunos otros concursos que tuvieron buena suerte en términos de obtener premios, pero no en poder llevarlos adelante, que es algo que pasa muy habitualmente. Entonces volcarse a trabajar materialmente también fue por una carencia de los concursos. Siempre desarrollaba las ideas y los proyectos, pero la la condición de no poder concretarlos también creo que acentuó ese interés por lo material. Me resultaba muy atractiva la posibilidad de poder materializar.
FD: ¿Cuáles fueron los referentes que te guiaron en la técnica y lo material?
FC: En ese plano siempre me han interesaron mucho los arquitectos que no han sido solamente importantes en términos de sus proyectos, sino también los que hicieron algún tipo de aporte en el plano de lo material y de lo tecnológico. Por ejemplo, si pensara en el ladrillo, pensaría en Eladio Dieste, o si pensara en el hormigón, pensaría en Félix Candela. Rafael Guastavino con sus desarrollos cerámicos. Es decir, personajes que han tenido el doble rol de estar en el mundo de las ideas arquitectónicas, pero también donde esas ideas arquitectónicas tienen un fuerte componente material tecnológico, y que han sido también grandes constructores de la historia de la arquitectura.
Es imposible no pensar en dos arquitectos para mi trabajo que estuvieron ya desde mi época de estudiante, como Le Corbusier y Mies van der Rohe. Ellos también tuvieron una relación con la técnica, en el caso de Mies bastante consecuente, en el caso de Le Corbusier bastante diversa - desde lo brutalista pero también casi por lo opuesto, la anulación de la expresión material al punto de volverla abstracta.
FD: ¿Cómo se traduce todo este interés en tus obras?
FC: Lo material juega un rol determinante en el sentido de que la construcción, la tecnología, no es un medio facilitador de las ideas, sino que es lo que constituye las ideas mismas. Muchas veces la tecnología o la materialidad se vuelve una forma de traducir la idea a forma, pero no da origen a ideas en sí mismo. Yo creo más en el proceso donde la propia condición material, la propia construcción, genera ideas. Que no quiere decir que sean las únicas ideas que forman parte porque el universo de la arquitectura está alimentado desde múltiples campos como la historia, la cultura, la filosofía, la teoría. Muchas veces el mundo de la arquitectura desdobla esas dos facetas, como si hay una etapa de ideas vinculada a estas primeras y una posterior que facilita como esas ideas se vuelven construcción. Soy de la idea de que los campos de la construcción, la técnica intervienen en el mismo momento que la teoría, la filosofía, la historia. Entran en fricción tempranamente con esas otras nociones y constituyen ideas también. El proceso de materialidad se vuelve bastante nutritivo en el proyecto. En el otro modelo de proyecto, lo mejor que puede pasar es que la construcción no distorsione las ideas, en el mejor de los casos, que sea inocuo, que sea funcional, operativo y que no las distorsione o no las contradiga. En el modelo proyectual en el que yo creo, lo material y lo técnico constituye ideas.
FD: ¿Cómo funciona tu equipo de trabajo?
FC: El estudio es pequeño. Somos un puñado. Hay un trabajo bastante horizontal. Respecto a lo material, creo que hay algunas técnicas que aplicamos. Por ejemplo, utilizamos bastante los ensayos uno en uno, en materiales y pruebas constructivas. Muchas veces utilizamos alguna obra para probar cosas para una obra siguiente, como laboratorio, porque es difícil a veces contar con un espacio para construir esas cosas.
Trabajamos habitualmente en una de las salas del estudio que llamamos 'sala de muestras', donde tenemos muestras físicas de casi todos los materiales que utilizamos. Esas muestras muchas veces vienen al aula, a la mesa de trabajo y nos acompañan, como constituyendo una suerte de paleta de materiales que vamos conformando a medida que vamos proyectando. Por eso, esas muestras están ahí presentes, para entender cuestiones de textura, de color, de brillo de los materiales, de temperaturas, y van conformando una sensibilidad material que dialoga con las otras ideas y que nutre el proyecto desde sus estadios más primarios. Creo que esa relación táctil con el material, omnipresente, hace que los problemas de materialidad estén en discusión desde los primeros pasos del proyecto. Diría casi que un proyecto no puede conformarse sin al menos una idea aproximada de cómo va a ser su organización material.
FD: Estás ampliamente vinculado con la academia. ¿Cómo ves la relación entre lo que se enseña con la práctica profesional?
FC: Idealmente creo que la práctica profesional y el desarrollo académico es un continuo. Obviamente cada área tiene su especificidad, pero tiendo a pensar que los estudios tienen que funcionar como talleres de arquitectura, como talleres de enseñanza de arquitectura, y que a la inversa también los espacios académicos tienen que funcionar como verdaderos despachos de arquitectura. En el sentido de poder traspasar entre estos espacios frescura, capacidad de teorización y multiplicidad de ideas, de la esfera académica a la práctica profesional, y a la inversa mandar desde la práctica profesional a los espacios universitarios profesionalismo, rigor técnico, y manejo de las variables materiales y económicas. Creo que en la medida en que se pueda trasvasar estas cosas de uno a otro, uno podría tender a pensar que estos lugares funcionen con bastante continuidad.
En relación a tu segunda parte de la pregunta, eso ha mejorado bastante. En general, actualmente en la academia hay mucha más gente que enseña lo que cree que hay que hacer. Puede ser que después pueda no hacerlo por impedimentos de otra índole. Pero no existe tanto desdoblamiento entre enseñar una cosa y practicar otra cosa. Tal vez décadas atrás eso podía estar más presente, ese desdoblamiento entre enseñar una cosa y hacer lo contrario. Tiendo a pensar, al menos en lo que hago, entre la academia y la práctica. Tanto que existe mucha continuidad y creo que hay muchos profesores actualmente que están en ese plano intentando, digamos, traducir, enseñar y desarrollar una práctica genuina. Uno tiene que trabajar en lo que cree.
FD: Ya conversamos sobre tu trayectoria, ¿Hacia dónde va? ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
FC: Estamos en una etapa interesante que se relaciona más con proyectar el estudio por fuera de los límites en los que siempre se ha visto encasillado. Ese encasillamiento tiene que ver con su lugar de localización, con su radio de acción o de intervención. Tiene que ver también con la escala de los proyectos y también secundariamente con el manejo de unas u otras tecnologías. El estudio siempre aspiro a ser un estudio de un alcance que no se limitara a lo local. Por eso creo que gran parte de las acciones del estudio a nivel cultural, vía la academia o vía eventos, fueron una forma de expandir su límite. Esta época reciente del estudio, que se relaciona con esos límites y esas áreas de intervención y de acciones, ya concretamente se están empezando a expandir, interviniendo más allá de las cercanías de donde está localizado, desarrollando proyectos a distancia en otras ciudades, en otras provincias, y y también en relación a otros programas y otras escalas. Nos permite acceder a otros temas de arquitectura que no siempre están presentes en los encargos locales y de pequeña y mediana escala.
Estamos empezando nuestro primer proyecto en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, será un edificio de viviendas, y estamos haciendo otro proyecto de mediana escala en la provincia de Misiones. Es decir, estamos interviniendo en nuevas ciudades, nuevas localizaciones, nuevos programas. Podría definir que es una etapa de crecimiento del estudio. No necesariamente un crecimiento numérico y de espacio del estudio en sí mismo, pero sí del área y de la escala donde puede intervenir. Estos nuevos desafíos del estudio también suponen un crecimiento a nivel estratégico y organizativo del estudio, y a nivel proyectual, de que hay que abordar nuevas técnicas y formas de producción de las obras por la distancia o la escala. Estamos en una etapa muy interesante, muy movilizadora, y esta serie de recientes reconocimientos que recibimos, como el de la Bienal de Buenos Aires, nos dan fuerza y energía para abordar estos nuevos desafíos que obviamente nos van a demandar al máximo.
Obras de Francisco Cadau Oficina de Arquitectura:
- Edificio damero (2021)
- Quincho los Gauchos (2016)
- Casas Guardabarrera (2013)
- 4 Casas con patio al frente (2008)
- Casa de los Tamices (2003)